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martes, diciembre 08, 2009

No quiero olvidar... me

Detrás del humo del cigarro se me olvida que Santiago es Santiago y entristezco y saco otro cigarro, porque no quiero olvidar que Santiago es Santiago, no quiero dejar de saber que estoy en una montaña de concreto donde no se sube al norte y se baja al ocaso. No quiero olvidarme del ruido molesto y huraño de los buses que transportan promesas que aún no se cumplen… pero en verdad, eso no es culpa de Santiago.

No quiero jamás olvidarme de Santiago con sus personas atrasadas hasta para pasarlo bien y estresadas del descanso. No quiero olvidarme jamás de esta ciudad porque esta ciudad es única.

No me quiero acostumbrar.

Porque si me acostumbro, muero y seré un número más, un número estresado que llena la ciudad… y quiero ser más que un número, quiero ser una letra y no olvidarme que este cemento que estoy pisando es Santiago de Chile con 36 grados de calor y muy pocas caras amigables en el camino. No quiero naturalizarme en esta ciudad y no darme cuenta que soy en esta ciudad, porque no sería justo para Valparaíso, porque si me naturalizo en Santiago , no importa en qué ciudad me encuentre y seré un número en el cerro, en las carreteras concesionadas, en playas blancas o en tejas de alerce cuidándote de la lluvia. No quiero acostumbrarme porque todos nos merecemos recordarnos quienes somos, de dónde venimos y cuál puede ser nuestro camino.

No quiero olvidarme porque me falta el mar y conocer mi camino, porque no sólo se es el que camina si no el camino que recorre.

Finalmente, no quiero olvidarme que Santiago yace detrás del humo del cigarro, porque si me olvido que Santiago es Santiago, me olvido que soy yo el que se olvida de la ciudad… y me estaré dejando atrás.

martes, octubre 27, 2009

El ascensor

Al levantarse, él se toma el pecho para ver si sigue ahí. Dice que sin su talismán se siente desnudo, que sin él, no se atrevería a salir a la calle. Cada vez que está nervioso o cada vez que está en paz se toca su talismán que cae de su cuello para, si está nervioso, encontrar algo de paz; y si ya está en paz, darle gracias.

El se levanta a las 7.50hrs, almuerza a las 13.30 y todos los sábados lava su ropa.

Ella, cuando le dan ganas, saca su disco favorito. Lo trata con sumo cuidado: es casi una ceremonia insertar el compact disc en el equipo. Una vez que pone play se pierde entre jerga argentina y versos españoles. Ella sólo cierra los ojos y sonríe feliz. Cuando está satisfecha, toma su disco y lo deja en la discoteca de su casa (que está ordenada alfabéticamente) donde permaneserá ahí días, semanas y hasta meses hasta que ella lo vuelva a sacar cuando tenga ganas.

Ella duerme cuando tiene sueño, almuerza cuando tiene hambre y lava la ropa cuando está sucia.

Ellos viven en el mismo edificio: Cuando ella baja del ascensor, él recién se va subiendo.

martes, octubre 02, 2007

Espacio Vacío

A veces logro mirar dentro y está todo oscuro. El aroma a humedad añeja colma los rincones y la luz, aunque entra en éstas cavidades parece no desplazar estas oscuridades. Pregunto si hay alguien pero me responde un mojado eco. No hay nada, está vacío.

Sé que está ahí y está así como te lo cuento, pero no puedo evitar mirar dentro una y otra vez. Espero con una tonta esperanza (con el único tipo de esperanza que existe) de encontrar que la luz a sometido a la oscuridad y que en ese vacío se ha llenado del aroma de la cotidianidad, ese aroma que no huele a casi nada, sólo a gente que entra y sale, que llega y saluda.

Pero siempre me vuelvo encontrar ese vacío y no tengo idea de cómo llenarlo, de cómo darle vida a ese espacio que por tanto tiempo ha estado vacío. Pero siempre me encuentro con ese vacío de cuadro negro, cuando cierro los ojos y respiro.

lunes, agosto 06, 2007

Me enamoro

Me enamoro en cada lugar donde gente espera gente y yo el bus.

Me enamoro de pantalones de tela, zapatos bajos y finos (que se parecen a las alpargatas, pero más tops), me enamoro de los pelos cortos y los largos, del chocolate y la miel.

Me enamoro de las patas flacas, de las caderas anchas. De los libros de metodologías de la investigación, de las croqueras con apretadores aferradas a manos limpias, regordetas y con uñas cortas, de las mochilas y de los bolsos, de los abrigos y de las bufandas, del cansancio.

Me enamoro de los tacos que raramente son vistos.

Me enamoro de las mejillas con fríos y los guantes cálidos.

Me enamoro recordando.

Me enamoro de la instantánea del flickr, del pequeño avatar de Twitter, del perfil de last.fm

Me enamoro de la sabiduría que guarda un rostro blanco con ojos oscuros.

Me enamoro de la masculinidad de la femineidad

Me enamoro de la Femineidad en la femineidad.

Me enamoro en cada lugar donde gente espera gente y yo el bus.

domingo, mayo 27, 2007

Tocar en Vivo

Sauce, tocata debut

Este es un post que escribí mucho tiempo atrás en el blog de Judas. Hoy lo rescato gracias a la tocata que tuve ayer en el Tertulia Bar.

La emoción de tocar en vivo es indescriptible.

Primero naufragas en sudor y ansiedad. Sin temor a que algo salga mal, sólo ganas de llegar al encuentro con esas ojos mirándote, despellejándote a críticas: que el sonido, que la facha, que la guitarra, muy Coldplay, muy Lucybell (y otro tanto de grupos con que me comparan), y de a poco lograr callarlos y hacerlos escuchar. Es pura adrenalina.

Esa ansiedad sólo es comparable con la emoción de saber que harás el amor por primera vez. Esa sensación de querer hacerlo aquí, ahora, ¡YA! Hasta que te encuentras con ella. Besarse es como acomodar los instrumentos en el escenario, acariciarse, beberse el uno al otro es esa sensación cuando todo está listo y sólo falta cantar. El calor te comienza a invadir, es un calor que se te apodera de tu cuello, como besos jugosos de virgen deseo, revisas el escenario y todo está en orden y los instrumentos te miran como botones ávidos de libertad desabrochada colgados en una blusa ajustada. Te acaricias las manos para tranquilizar el gesto, para librarlas del frío. Los botones van cediendo mientras el maestro de ceremonia se hace del micrófono, y te entra un frío como cuando te despojas de tu camisa y tu torso desnudo queda en caída libre hacia el cuerpo desnudo de tu público.

Estás callado. En este preciso momento estás callado y recuerdas que es el peor error pues la adrenalina puede apagar tu lírica. Es el momento de susurrarle cosas a tu amante. Las primeras palabras salen débiles y con gran trabajo. Vocalizas en la boca de ella.

Te sientes desnudo cuando anuncian que se acerca la banda de esta noche, tu banda, Te ases de lo que te parece más apetitoso, como si manejaras los pechos de tu compañera, te acomodas tu guitarra que sugerentemente te queda ceñida al cuerpo.

Dicen tu nombre y con el primer acorde ya estás adentro. Te mueves pero aún no puedes creerlo: “Estoy aquí, lo estoy haciendo. Me estoy moviendo al vaivén de tus ganas, me muevo al ritmo que se mueve tu espalda.” Y de a poco vas cayendo en cuenta, estás encima, es tu movimiento, el calor no cesa bajo tu cuello. Le sacas melodías extrañas, la adrenalina ya no es tan jugosa, pero el vértigo es el mismo…

Te detienes sólo en tu mente, sigues balanceando tus caderas pero estás entero: y de repente te llega, estás en tu propia entrega, es tu propia música la que suena. Le pones atención a la silueta. Ya no ves borroso ahora todo es tan claro y te descubres disfrutando, te descubres siendo dueño de una hermosa doncella. Talvez nadie grite, talvez ninguno corra, pero tu estás bebiendo miel en tu bocal, el calor es tan intenso, el sudor se interpone entre la piel y los dedos. Estás disfrutando, sólo estás disfrutando y ya han pasado cuatro, cinco, seis temas y rechazas cualquier tregua. No hay cansancio aunque el sudor sea para nada escaso. Te miras con tus cómplices y una sonrisa no es tanto derroche… nadie existe… te quedas pegado en el traste donde resbala tu dedo.

El éxtasis, la cúspide siempre es la ultima nota… que se queda suspendida, larga, ruidosa, sin sentido, constante, vibrante… hasta que sólo debes dejarte caer a la cama en un platillazo, ese que hace característica a una banda de rock…. Esa nota suspendida es el orgasmo… Si gritan otra… en verdad no importa, porque ya no es la primera vez. Estás calientito, tocas, cantas y sigues cantando… la ansiedad se ha ido, todo te importa un carajo… ¿Quién convida un cigarro?

martes, mayo 01, 2007

Soy la ansiedad de Jack

En la vastedad del paisaje que somos cada uno, hay un hombre en mi propio paisaje que camina sin apuros hacia un atardecer tranquilo y somnoliento.

Dentro de mi mente este hombre se ve como me quiero ver y actúa como quisiera actuar. A estas horas termina un crucigrama que encontró abandonado en el asiento vacío del metro en que viajó esta mañana y que no le dio vergüenza recoger. Él conoce muy bien la televisión pero no necesita verla para hacer de su semana una buena semana y calmar sus ansias, porque este hombre que recorre los rincones de mi imaginación no tiene ansias de nada y nada lo pone ansioso. Fuma porque le da placer no por querer ahogar un vacío en su estómago, que crece mientras imagino a ese hombre en mi mente mirándome sin entender…

Este hombre no tiene donde ir, pero siempre está ocupado. No hace nada, pero todo lo logra y no lleva consigo un peso en sus bolsillos… no, porque de eso me encargo yo. Este hombre corre largas distancias, suda pero no se cansa. Leer un libro le es suficiente para hacerse erudito, escuchar una melodía lo emociona y no teme liberar sus lágrimas… y luego de mojarse las mejillas sonríe y sigue caminando.

Me cae muy bien este tipo, a pesar de que se ve como me quiero ver, actúa como quisiera obrar y es como yo quisiera ser. Si conversáramos, creo que sería una de esas conversaciones fascinantes y aprendería demasiado de él. Este hombre que mira al horizonte sin buscar nada podría convertirse en el maestro que siempre he estado buscando…

Pero no puedo acercarme a él.

Como ya dije, el es lo que no soy y por lo mismo, me da demasiada vergüenza acercarme, me parece demasiado intimidante.

lunes, abril 23, 2007

Mir-arte

No saco nada con mirarte.

Estás muy ensimismada, demasiado concentrada en números y letras que deberían llamar también mi atención, pero no lo hacen porque estás tú.

A veces descansas. Me miras y me desarmas. Pero como todo lo bueno, dura poco y pocas veces visita nuestras puertas.

Y en verdad no quiero asustarte con miradas insistentes, ni siquiera que descubras mis patologías con estos ojos que te ven sin siquiera pestañar.

Si que decido, acordándome de Julio, acechar el cristal que está a tu lado y que me devuelve tu reflejo. Y así te veo sin culpas ni vergüenzas y te susurro con mis ojos mis pensamientos…

Tu no sientes mis ojos sobre ti, lo que te hace sentir curiosa, extrañas sentirte observada, lo cual no es malo para mi ya que ahora extrañas mi mirada y la buscas… y yo… yo no he dejado de mirarte.

jueves, marzo 08, 2007

Foto Carnet (004 y final)

I - II - III - IV
IV – Cuatro – IV

Una vez sentado en el auto no pude encenderlo. No porque algo fallara o me haya quedado en pana. Simplemente me quedé ahí, mirando el sol de mediodía, como gente llegaba y salía del hospital. Gente con hermosos autos yendo a ver a la gente haciéndose mamo o rinoplastia y otros bajándose de la que era la línea N a ver a sus heridos a bala o con arma blanca.

Pero ajeno a eso, yo seguía sentado en mi auto, en mi viejo auto, en el auto de mi viejo en realidad, una de las pocas cosas que dejó al partir. Creo que se olvidó buscarlo y lo dejó en casa para no tener que volver.

No me importaba el calor que caía abrumante ya a esas horas. Me imaginé, por como estaba el sol, que ya eran las dos de la tarde, pero no podía quitarle la atención al vendaje que me había colocado el Seba, como la gasa se trataba de escapar de la elasticidad de las vendas. Y no dejaba de pensar lo que me había dicho, de la locura de obsesionarse con una foto.

Claro que le encuentro la razón, por supuesto que encuentro que esto es una locura, que me obsesione con la vida de una mujer que ni siquiera existe. Que es lo único que me ha hecho salir de la casa luego de mucho tiempo de usarla como fuerte y refugio.

La verdad es que hace mucho que no veía al Seba, hace mucho que no veía el sol de la tarde, dejarse caer en esta ciudad que había olvidado como olía y vestía.

Mientras sigo sosteniendo la foto con mi mano vendada, no dejo de sentirme bien de haber hecho una locura. En estos momentos me doy cuenta que fue una locura sana. Más insano era quedarme en casa, no salir, dejar de ir a Viña a ver a mis amigos, dejar de buscar trabajo, dejar de hablar con mamá. Debe extrañarme, debe extrañar hablar conmigo al almuerzo mientras le exijo que apague ese programa de farándula que hace que me crezca la úlcera que siempre digo tener, pero que ambos sabemos que es sentido figurado.

Esta Daniela, la foto carnet de Daniela me volvió loco por un momento, pero gracias a eso me salvó de otra locura, de otra más malvada que va de la mano con la soledad. Mientras más lo pienso, esto suena más a locura añadiendo el pasado mes, pero este evento podría convertirse fácilmente en una anécdota que haga brotar risas en mis amigos y por qué no, en mis nietos.

Dejo de pasarme rollos y enciendo el auto para largarme, para ir donde mi vieja y contarle algo de esta historia, que por supuesto termina acá. Esto de ir a buscar a la misteriosa mujer de la foto, puede ser entretenido, pero sentado acá, sentado viendo como el mundo se mueve, con altos y bajos me doy cuenta que no es la mejor idea, que nada bueno puede resultar de la locura y de una alta expectativa.

Mejor me voy, ya me estoy poniendo muy metafísico.

Mientras bajo por Santos Ossa, pongo la fotografía en el para sol de mi auto para verla de reojo, para coquetear con la búsqueda incansable de la mujer frente a ese fondo azul.

Comienzo a pensar que a lo mejor Daniela en vez de ser el sueño idílico que había construido, sería la típica hermana pesada y molestosa, media tonta que se cree que lo sabe todo, preocupada en demasía de su aspecto y mientras pensaba en eso comencé a tener algo de piedad al hermano inexistente que alguna vez dije que sería pesado.

Capaz que ni siquiera esté estudiando. A lo mejor es una muchacha bastante simple y aburrida que no despertaría en mí ni siquiera la décima parte de lo que mi fantasía logró despertar. Por algo le deben llamar fantasía a las fantasías, porque siempre son mejores que la realidad. Y por eso mismo, prefiero quedarme con el sueño que decepcionarme con la realidad.

Llegando a Colón noto que le semáforo pronto cambiará a amarillo, si que apuro la marcha. No es que esté apurado, pero me encuentro en un estado suspendido en la fantasía anti-fantasía de Daniela y su foto de carnet. Cruzo la calle a una buena velocidad.

A pesar de mis buenos reflejos, no logré evitar la colisión.

Ella bajó de la calle antes del cambio de luz y yo al haber subido la velocidad para alcanzar la luz amarilla terminé alcanzándola con mi auto.

Me bajo para ver si la chica que acabo de golpear con el auto y que se encuentra tirada en el suelo frente al vehículo detenido y siendo revisada por su amiga que la acompañaba está bien, pero mucha gente se me abalanzó de inmediato. Sólo les faltan los rastrillos y las antorchas ya que de todas formas me estaban gritando: “Asesino”.

Entre medio de la gente, veo que la chica no se mueve y que su amiga sólo hace gestos entre sollozos. Yo sólo trato de mantener la calma y no perderme en el momento.

Esto era lo único que me faltaba, arroyar a una muchacha, descuidada de por si. A quién se le ocurre cruzar la calle antes de tiempo.

De pronto llegan las sirenas y las balizas y de un momento a otro, el hecho de convertirme en un homicida, la cara que va a poner mi madre cuando la llame de la comisería, lo que pensarán el Seba y mi gente de Viña, la gente apuntándome con el dedo y gritándome “carnicero” comenzaba a perder importancia al escuchar que la amiga que trataba de despertar a la muchacha inconsciente en la calle gritaba una y otra vez:

¡Daniela!, ¡Por favor despierta, por favor despierta Daniela!

FIN

viernes, marzo 02, 2007

Foto Carnet (003)

I - II - III - IV
III – Tres – III

Remendaba mi herida como si estuviera escribiendo su nombre mientras hablaba de la economía mundial. No por nada el Sebastián era uno de los más destacados internos de cirugía del Hospital Eduardo Pereira, claro que en vez de estar escribiendo su nombre en algún papel, estaba cociendo dos pedazos sueltos de mi mano derecha y en vez de hablar de la economía mundial me estaba retando y casi gritando me decía:

Pero como diablos te robas una foto carnet de una mina que ni cachai’ rompiendo el cuadro del negocio de fotos de no sé donde chucha.

Era increíble que el Seba, aquél que lloró como niña cuando su polola lo pateó por “no tener futuro” respondiera como si nada cada vez que alguien entraba a la sala de procedimientos ambulatorios y le llamaba simple y llanamente “Doctor”.

A pesar de que me estaba regañando por no entender la estupidez que ni siquiera yo entendía haber hecho, no podía dejar de mirarlo con orgullo, acá estaba el niño que me decía que sin la Lucila, no sería nada, ni nadie, arreglando mi mano como si estuviese armando un cubo Rubick.

Pero bueno, no pude escaparme de su exigencia de una explicación.

Ese día que fui a buscar la licencia, pasé por el quisco, pero estaba cerrado. No pude ver a Daniela, a esa Daniela inanimada en la foto de fondo azul.

Sé que suena bien raro, pero me había hecho un montón de ilusiones de verla a ella, ver su foto en ese día. Volví a casa derrotado.

San Google no me dijo nada sobre ella. Al menos sé que no tiene un blog o llama la atención en la U o instituto, si es que estudia. No hay nada en la red que me diga quien es ella.

Si que no pude evitarlo.

Al día siguiente volví a la oficina de tránsito, sin razón que verla. No recuerdo que excusa le di a mi vieja pero logré sacar el auto y llegar al edificio.

Y me senté frente a Daniela, frente a la foto de Daniela por horas. La mire y la volví a mirar. A veces miraba las otras fotos, fantaseando que el tipo con bigotes tal vez sería su padre y que el hermano era el flacucho que estaba más abajo. Luego volvía a su rostro, a su foto.

Y me preocupé al intuir que mañana iba a volver a sentarme y ver su foto. Luego irme al cerrar la tienda, esperar la mitad de un día y luego volver temprano a verla de nuevo. ¿Y qué tal se un día ella no estaba? ¿Si la foto ya no estuviera en el cuadro? ¿Qué tal si un día el quisco cambia de dueño? ¿O si se perdiese el cuadro? ¿O simplemente, justo cuando yo no estaba, ella llegase y reclamase su foto?

Si eso, alguna de esas cosas llegaran a pasar, no sabría que hacer. Me inundó un sentimiento de desesperación, de no saber que hacer cuando uno debe saber que hacer. No podía dejar al azar esa fotografía, simplemente no podía.

De repente sonó una voz a lo lejos que llamaba: “Número 72”. Era el último cliente ya que era la hora de cerrar. Sin saber qué ni cuando ni dónde, me dije: Ahora es tiempo, ahora es la oportunidad. Mi mente andaba como siempre, pero era como si me desdoblara. Mientras me veía levantarme del asiento mi otro yo me gritaba: “Que mierda estás haciendo”, mientras lo mandaba a callar con rabia.

Ni si quiera me dolió mientras mi puño se hundía en el vidrio. Sólo estaba conciente en alargar mis dedos y tomar la foto, para no perderla, para no perderla de vista nunca.

Corrí.

Algunos se asomaron, otros siguieron trabajando. El encargado del quiosco sólo quedó con una gran expresión de no entender nada.

Bajé las escaleras y me sentía el hombre más rápido del mundo, uno invencible, uno que no puede ser destruido y llevaba la fuente de mi poder entre los dedos, Daniela se escondía entre mis dedos.

Nadie me siguió al dar vuelta en la esquina. Dejé de correr. Con naturalidad me subí al auto para estar tranquilo mientras admiraba la foto que acababa de robar. Ahí me dí cuenta, ahí empecé a sentir el dolor. Mi mano derecha sangraba y ensuciaba el papel fotográfico que encerraba el rostro de Daniela, ahora, mi Daniela en una foto.

Y no se me ocurrió mejor cosa que ir donde el Seba, al hospital.

El Seba, hombre muy lógico y razonable, no entendía que diantres había pasado. Yo menos, pero ahora tenía la foto de Daniela, yo ahora cuidaba el destino de su foto.

Luego del sermón donde utilizó palabras como irresponsabilidad, locura, depresión, psicosis y otras cosas más a las cuales no les puse mucha atención decidió ver la foto. Y para cortar un poco la tensión y pensar claro exclamó:

Ni si quiera es TAN rica.

Yo sonreí mientras volvía a tomar la foto, como limpiándola. Seba suspiró como avisando que lo que venía me lo decía en serio, muy en serio sin dejar de curarme la mano.

Viejo, hemos sido amigos mucho tiempo. Me he reído mucho con tus locuras y con tus cosas raras, porque eran para la risa. Siempre he admirado como no te importa nada, sólo haces lo que sientes que debes hacer y eso es muy loable, pero esto no es nada para la risa. Esto es raro, bordeando la locura, patológicamente hablando.

Olvídate de esta wea de foto. Vuelve a trabajar, vuelve a hacer lo que hacías antes. Deja de encerrarte en tu casa que te está haciendo mal.

Dejé el hospital con una mano prolijamente vendada, un par de analgésicos de contrabando y la foto de Daniela bien escondida.

En algún nivel entendía que el Seba tenía razón, que esto era una locura, que andar tras una foto ES una locura.

Si que para disminuir el nivel de locura, debo encontrar a Daniela Tricot.

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viernes, febrero 23, 2007

Foto Carnet (002)

I - II - III - IV
II – Dos – II

Me dormí con la imagen en la mente.

El día fue normal. Imagínense a un cesante sin ganas de dejar de serlo, imagínense el día de ese cesante. Bueno, así fue mi día.

Regresé al día siguiente a recoger mi documento a las 16.00 Hrs.

Uno se encuentra con gente en los lugares más inesperados, pero en verdad no me interesa relatar esos hechos. Aunque mientras más lo pienso, más enfermo lo encuentro: tuve que ir a ver de nuevo la fotografía de esa mujer al quisco de fotos.

Claro, tenía que ir. Fue lo último en que pensé anoche y mientras desayunaba comencé a divagar que vida llevaría Daniela. Que tenía cara de ser hermana menor, lo cual me hacía pensar que era la hermana mayor. Por una extraña razón, las hermanas mayores de hombres siempre parecen ser las hermanas menores, no así las hermanas mayores de hermanas que si parecen ser las hermanas mayores.

Mientras imaginaba la vida de esta desconocida imagen no sorteaba entre opciones la que podría ser más correcta. Simplemente las ideas se me aparecían en la mente, así de simple, como hechos: Es la hermana mayor de un hermano cargante, pero simpático. Vive con sus padres, no le teme a la tecnología aunque no se mete mucho con eso ya que es más proclive a lo natural y artesa. No se molesta con facilidad pues que la vida con su hermano ha curtido su paciencia.

No se hace más preguntas de lo necesario y a una primera vista aparenta ser una mujer superficial, pero no es así ya que simplemente no se hace problemas con nada que no valga la pena.

Mientras construía el perfil de la mujer de la fotografía raramente mi madre advierte que mi cuerpo está en la mesa pero mi mente se ha ido a otro lugar.

  • ¿Ya sacaste la licencia?

Le explico que debo ir esta tarde y trato de conversarle un poco, pero me distrae el pensamiento de que hoy veré a la fotografía de esa mujer y no puedo dejar de hacer una mueca de desagrado al darme cuenta lo extraño que sonó eso.

  • ¿Luego vas a ir a Viña, donde tus amigos?

Le explico que no, que vuelvo enseguida aunque no sé a que volvería tan luego a casa si no tengo nada que hacer acá.

  • Es que desde hace rato que no vas a Viña a ver a Fernando o Rodrigo. Te llamó el Seba. Te va a llevar de vuelta.

Invento una excusa y me paro de la mesa.

Cuando llegué al departamento de tránsito, retiré mi licencia y como un ladrón estudiando el lugar de su próximo golpe, me acerqué como tratando de que nadie me viera al quisco a ver a Daniela: la chica morena de la foto, cuando me di cuenta que nadie estaba sacándose fotos. Me inundó el sentimiento de no poder verla, de que no estaría como el día anterior en la pared, frente a eso fondo azul en esa pequeña ventanita de 4 x 3 centímetros.

Me acerqué con miedo. Como si el encuentro que tanto esperé, de a poco dejaba de ser una realidad.

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miércoles, febrero 14, 2007

Foto Carnet (001)

I - II - III - IV
I – Uno – I

Después de seis horas de espera en el departamento de tránsito me sorprendió encontrarme tranquilo, desplazándome con un paso pausado, casi detenido. Claro que me sorprendía, sólo faltaba sacarme la foto para finalizar el angustioso trámite que me tenía desde las ocho de la mañana haciendo fila y esperando ser llamado por una voz diferente cada vez.

Tal vez mi tranquilidad me la daba mi estatus de estudiante/cesante de vacaciones. Puede ser lo más probable. Si que me senté luego de sacar mi número para ser atendido en el quisco de fotos inserto en el departamento de tránsito de mi ciudad. Otra fila más… ¡Siguiente!

Mientras esperaba mi turno me hipnotizó el mural que tenía el quiosco. ¿Quién serán todas esas personas cuyas fotos están a la vista de todos?

Un abuelo y su nieto, una familia completa con un fondo de bosque falso. Tantas fotos de gente que no es modelo, que de seguro, al tomarse la foto nunca pensó que yo, un perfecto extraño en su mundo estaría estudiándolas mientras esperaba su turno frente al obturador.

¿Cómo llegan esas fotos ahí? ¿Son fotos que nunca fueron reclamadas, que fueron abandonadas? ¿Y por qué hay tantas? Fotos que incluso muestran para que estaban hechas. Si sé que son todas fotos de carnet, pero aquella del gordito tiene pinta de ser para curriculum, y la del pendejo para licencia de conducir.

La foto de ella era algo distinto. Parecía ser de pase escolar o de carnet de biblioteca. El fondo azul como que me descolocaba en verdad, haciéndome dudar de su propósito. Además ella tenía un rostro como para colgarlo en la pared en una fotografía. Las demás fotos eran de gente común, pero ella no parecía gente común. Empezando, salía demasiado bien para ser una foto de carnet. Sus ojos hablaban como diciendo que era feliz o al menos, sabe como serlo. Sus aros son algo extraños, largos, medios indígenas. Su piel tostada ayudaba a sus ojos a encandilar...

  • ¡Siguiente! ¡Número 45!

Me había olvidado que estaba acá para sacarme mi propia foto y no para perderme en alguna olvidada en un mural de un negocio.

Pero había algo en esa foto. Lo más inquietante era que existía una familiaridad al mirarla, como si estuviese mirando la foto de un amiga, de una compañera, de una…

  • Mira al lente sin cerrar los ojos.

Decidí dejar de pensar. Sólo me falta entregar las fotos y podría irme de ahí. Ahora sólo debía esperar que se imprimieran, las cortaran y embolsaran las fotos lo que me dio tiempo de ver la foto nuevamente, aprenderme parte de su nombre. No llegué al punto de aprenderme su rut (esto se estaba poniendo más extraño de lo que pensaba)…

  • Aquí están tus fotos

Mientras le agradecía miraba de reojo a ese fondo azul y a ese rostro inquietantemente familiar.

Al empezar a marcharme casi pronuncio un: Adiós Daniela.

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viernes, enero 12, 2007

Medianos

Luego de pasar un largo tiempo conviviendo con gente entre colisiones y azotándose contra un muro, me cansé de los moretones y este ritual anomalístico que ya me daba pena.

Si que tomé las pocas cosas que tengo y me largué hacia otro cerro.

Andaba buscando algo de tranquilidad, si que me fui a la cresta de un cerro vacío. Pero al llegar, ya cansado de caminar tanto, me di cuenta que la cresta no estaba vacía y gracias al cansancio no quise irme. Además, los habitantes de este lugar me produjeron bastante curiosidad ya que todos, exceptuando los más pequeños y jóvenes no logran llegarme a la rodilla. Son todos pequeños, algo frágiles e inquietos, una extraña raza de gente que siempre supe que andaban por ahí, pero que nunca tuve la posibilidad de encontrar… hasta ahora.

Mi primer encuentro con ellos fue algo traumático, para ellos al menos: todos huyeron al verme los pies. Me quedé quieto y les hablé de que mi intención nunca será hacerles mal (obviamente no venía con ganas de exterminarlos). Pero esto los asustó más y entre los gritos logré entender que los asusté más con mi voz ya que parecían ignorar que yo era como ellos, algo más alto y sólo se fijaban en mis zapatos. Al notar que no iban a mirarme a la cara, eché el cuerpo a la tierra para buscar su nivel de sus ojos.

Ahí fue diferente, me miraron a los ojos y me vieron y lanzaron carcajadas y bailaron contentos (al entender que estaban a salvo), sacaron bebidas y comida para recibir al visitante y se reunieron todos a conversar.

Me preguntaron de donde venía y como era mi tierra natal. Me preguntaron por el verde de los prados de mi país y el olor de su tierra, si los gusanos que lo poblaban eran rosados y gorditos y que tipo de suelo. Le respondí lo que pude, ya que nunca me detuve a pensar sobre los gusanos de mi tierra, su color o el tipo de pasto que crecía bajo mis pies. Les conté sobre los atardeceres dorados, rojos y morados que según la estación del año uno puede ver mirando el mar. En ese momento, todos abrieron los ojos asombrados. Uno de los pequeños se levantó y dijo: ¿Qué es el mar? Otro exclamó: ¿Qué es un atardecer? ¿Acaso se come y vivé bajo la tierra?

A la pregunta del mar, giré mi cabeza, miré hacia el mar y les pregunté si es que acaso no veían la vastedad del océano desplegado frente a ellos. Me dijeron que sus pequeños ojos sólo podían ver no más allá de tres kilómetros (que luego me enteré que cada kilómetro era realmente un pie para mi).

Entonces les hablé de las estrellas y el cielo, del sol cambiando sus tonos, les hablé de los sauces y los demás árboles y también se mostraron extrañados. Parece que no sólo no ven lejos, además tienen una aversión ha mirar hacia arriba, una especie de vértigo que los incapacita mirar el cielo.

Si que se vinieron los diálogos sobre que grano de tierra era el menos café, o que hoja de pasto era la más verde. Y cada vez que me alejaba un poco, menos me hablaba. Al parecer incluso su memoria era demasiado pequeña… en ese momento perdí el interés en ellos.

domingo, septiembre 10, 2006

Bueno para alguno, malo para otros.

Llegó la oportunidad tocando mi puerta.
Conversamos y me contó todo sobre ella.
Me ofreció una mano… y me dijo que cual arco iris guardaba un tesoro al final de su otra extremidad.
Muchos me invitaron a seguirla,
Otros, con la mirada me obligaban a no resistirla.

Pero yo estoy acá, no buscando tesoros.

La besé en la mejilla y le llamé un taxi.
De forma sincera surqué el espacio con mi mano, para decirle adiós
Tenía hambre pero no dejé de sonreír,
Mientras veía gente llorar al verla partir…

Yo ya no quiero tesoros u oportunidades
Que ofrezcan de sus manos tesoros medievales.

Yo sólo quiero encontrarme.

Porque este no soy yo, este soy yo a medias…

Y me quedo sólo para buscar esa otra mitad.

Si me iba era encontrarlo en soledad…
… pero me quedo para encontrarme con vuestra amistad.

martes, septiembre 05, 2006

Lavando platos

En los Expedientes X, en un capítulo de las últimas temporadas se mostraba a Mulder en una mesa de operaciones (con la forma de una cruz) esperando a ser intervenido quirúrgicamente. Lo miraba el fumador compulsivo junto a Diana Fowley (interpretada por Mimi Rogers) y dialogaban sobre lo que podría estar soñando mientras Mulder dormía en la camilla: Diana le comenta al Fumador Compulsivo que Mulder parecía que estuviese soñando y se preguntaba en que soñaba, a lo cual el Fumador le responde que sueña con todo lo que un héroe o gran hombre sueña: con una casa, una mujer, un hijo. Pequeñas preocupaciones, un mundo sin amenaza extraterrestre. Soñaba con una vida de cualquier mortal.

Entre tanto ir y venir a veces me encanta darme un tiempo, al menos un momento para escapar de mis grandes preocupaciones y el acto de lavar los platos siempre me llama la atención para esta meta.

Si bien, me encanta la televisión, el hecho de ver es un acto que no contribuye mucho al bien común, de alguna forma, en verdad creo que ver tele, aunque me encante hacerlo, es una perdida de tiempo. Nada se hace viendo tele.

En cambio, mientras lavo los platos, pienso en lo que me gusta pensar, resuelvo problemas en mi mente. Ocupo mi mente a la vez que hago una tarea.

Es un problema sencillo: hay platos sucios, si se lavan, ya no habrá platos sucios. Es como 2 + 2 = 4. A nadie se desilusiona lavando los platos, es más, a más de alguien dejaré contento con lavar los platos.

No es como pensar en mi futuro, ahora que me presentaron una oferta tentadora lejos de mi hogar… lejos de la música… este problema no es un 2 + 2 = 4, es más una estructura de control en programación.

Pero bueno. Algunos hacen yoga, otros van a la iglesia y se sienten más livianos… ¿Yo?... bueno, yo lavo los platos.

sábado, septiembre 02, 2006

Nada

Estoy muerto de sueño pero no quiero dormirme.

Me carga esta sensación, de saber que tengo mucho que hacer pero que al final no hago nada. Bueno, no tanto, porque estoy acá desvelándome esperando hacer algo pero que no guarda relación con lo que debo hacer.

Trato de buscar que hacer para alejarme de la cama. Acordarme a quien le prometí un mail, leo blogs, escucho música, hago música.

Pero termino haciendo nada…

Y así se me pasan los días…

sábado, julio 08, 2006

Mi blog

Mi blog nunca será primero en Blogalaxia, por eso lo quiero más. Porque es chico, blanco y celeste. Porque la gente me lee, pero a veces no más.

Porque me costó aprender el código Blogger para adaptarlo a lo que siento, porque quise verme en él como creo que me ven los demás, aunque mi visión de mi no concuerde con lo que diga el espejo y ni siquiera crea lo que creo.

Mi blog es pálido porque no tiene la luz que brilla sobre los blogstar, pero no quiero ser un blogstar a causa de mi blog. No deseo hablar de lo que se supone es un blog, o dar consejos de cómo podar y fertilizar el blog, para que gente venga en cascada y pueda hacer dinero con mi blog…

Mi blog es paliducho y algo delgado. Me gusta leerlo y hablarle a mi lector imaginario. Y que mis amigos me describan cosas, y recuerden cosas que solo nosotros entendemos y que pongan en sus blogs que gracias a mi descubrieron el suyo y luego me lamento de mi egoísmo y mis delirios de grandeza… si al final no hice nada… solo hice mi blog.

Mi blog tiene muchas ralladuras de cables, como esta que fue inspirada por el poema de Mauricio Redolés: Mis canciones (La cual busque en google la letra, pero no está, más adelante transcribiré ese poema).

Por eso me gusta mi blog.

lunes, junio 26, 2006

Caricia

Mientras me escondo en su seno y ella me acaricia mi nuca con sus dedos helados, no dejo de preguntarme si estoy poniendo la misma cara de mi perro cada vez que le rasco detrás de la oreja. ¿Acaso estoy haciendo el mismo ronroneo que hace mi perro (aún no siendo gato) cada vez que le acaricio el pecho? No me he dado cuenta en realidad.

¿Qué terminales nerviosas habrá en mi nuca que me hace recordar a la cara de mi perro cuando disfruta la paz de una caricia tan delicada y furtiva?

Es que en estos momentos ella es sólo un cuello, y un pecho, y una mano que acaricia mi pelo, y le corresponde mi mano a su cintura.

En estos momentos que me acaricia, ella no tiene rostro, ni piernas. Ella no tiene casa, ni pasado ni porvenir, no tiene vida.

Ella, mientras me acaricia, es sólo una caricia. En mi ronronear canino ella es sólo una caricia.

Ella no existe en realidad. Soy sólo yo dentro de la calidez de ese gesto; soy sólo yo entre sus fríos dedos, sus heladas manos por la madrugada, por el sereno, por su hipotensión.

Sólo me zambullo en ese sentimiento que no la contempla a ella, por qué he extrañado esta sensación, este dolor de estómago que no es como el nudo de rutina que vive más adentro que mi ombligo, si no que es ese dolor de soltura, de relajación, de paz…

Y me preguntó ¿quién es que me entrega esa paz?

Es sólo ella siendo ella, o es una mano cualquiera, y un seno cualquiera, y unos dedos cualquiera, en cualquier calle, con cualquier frío y en cualquier lugar.

¿Tanto ha pasado desde mi última caricia?

¿Para mi es sólo su mano o toda su libertad?

mmm…

jueves, junio 22, 2006

Buscando miradas en los paraderos

En el lugar que más sueño es en la micro. Algo tiene eso de mirar por la ventana un mundo que se te hace ajeno. A veces se me hace estar viendo la televisión, en algún programa cultural o de turismo donde se presenta una ciudad y los rincones que usualmente el visitante común no tiene la ocasión de ver; o la imágenes de transición de una comedia o simplemente un drama en el cual no eres participe.

Con esa mente a veces me encuentro mirando por la ventana de una micro, con la mirada del espectador.

Pero es en los paraderos donde me recuerdo que también soy parte de la trama, es en los paraderos donde entro en escena en esta gran película que es la vida, mi vida, nuestra vida.

Es que, así como en las películas, siempre miro en los paraderos en busca de una mujer que responda a mi mirada y sonría o me descubra tras el cristal, porque así pasan en las películas, porque siempre he pensado que así podría pasar.

O si no me ha descubierto en ese momento, será en el momento que se suba mi micro (bus) y que me descubra detrás de un gran respaldo y tome asiento donde yo pueda verla y ella me pueda ver, donde nos podamos mandar señales con nuestros ojos y hasta que me haga una seña que me invite a sentarme con ella.

Como es de esperarse, las películas, aunque inspiradas en la vida, a veces nos engañan y nos hacen olvidar como es la vida. Claro, aún ningún paradero guarda una mirada cómplice de una chiquilla que quiera compartir una sonrisa ni una mirada ni una invitación a ocupar una silla.

En los mejores casos, alguien nota que existes y te ve aferrado al cristal buscando esa mirada que no existe.

miércoles, mayo 31, 2006

Querido lector imaginario

Se me fue todo a la chucha.

Muchos blogueros pasamos esta crisis alguna vez. Pero bueno, hoy me tocó a mí y me tocó utilizar este hermoso medio para desahogarme.

Hoy, ni siquiera puedo decir que este blog se ha ido a la chucha, porque entre más miro y releo los post que este cobija ni siquiera estoy seguro que se fue a la chucha, o ya llegó o no alcanzó a llegar.

Esta virtualidad está a la deriva.

Recuerdo que comencé este blog con algunos escritos de Judas, luego le di rienda suelta a mi entendimiento del diseño, luego fue la poesía y hasta llegué a tratarlo como “el-diario-de-vida-on-line” que muchos dicen que son los blogs...

Algunos lectores declararon su predilección por mis pelás de cables, ficción o no ficción, que he logrado, en pocas oportunidades, redactar con una claridad que he logrado asombrarme a mi mismo.

Pero este blog perdió su rumbo.

Tengo varios blogs. Algunos a medio empezar, a otros abandonados con nostalgia y con una esperanza de volverlos a retomar. Pero al final, no importa cuantos blogs construya, siento que ya no tengo que contar. O si tengo cosas que escribir, no logro sentarme a redactarlas y sentirme satisfecho de lo que resulte.

Si, hay algunos proyectos que me salieron buenos, con la ayuda de mi hermano y compadre (hoy en día, el podcast de las preguntas ha sido el blog/Podcast que más me ha llenado de satisfacción en cuanto a contenido) pero ese fenómeno creo que se aleja por qué lo comparto. Tan mío, en verdad no es.

Pero la “extraña timidez” que me ha caracterizado en estos últimos años se ha desplegado hasta hacerme tímido en este lugar donde, debo confesar, la vergüenza no es tu mejor aliada.

¿Pero vergüenza de qué?

Claro, si esta cosa no la lee tanta gente. Nunca he dejado de pensar en el concepto de “lector imaginario” que leí una vez en un blog inglés que no recuerdo y que hice mío por que me parecía tan acertado.

Aún me importa demasiado lo que se piense de mi, miedo estúpido si lo pienso y que ha sido la gran causa de mi crónica melancolía, de mi querida nausea y el culpable del puto colon irritable que me construí por dejarme de lado para darle la satisfacción a otro.

Es así como hoy lamento tanto no tener la valentía suficiente para hablarle a cierta persona que ni siquiera conozco, pero puta que tengo curiosidad de hacerlo, pero son esas pequeñeces que me hacen humano las que me limitan, hoy con mucha más fuerza.

¿Entonces para que cresta escribo?, esa es la pregunta que algunos se han hecho más de alguna vez.

Una vez comencé por mí, luego llegué a escribir por otros y terminé censurándome para no hacer sentir desagrado en personas que creo que lo sintieron así.

Por eso que esta ya no es la opinionj que conociste, mi querido lector imaginario, ahora es simplemente la bitácora de la perdida de un rumbo. De esa impotencia de querer hacer algo, pero que esta pequeñez de cuerpo me limita a no hacerlo. De contarle que me encanta como se ve con esa falda, su pelo negro tomado, el delantal de mangas cortas, su concentración en esas carpetas azules y su mirada atenta a esos procedimientos; o declararle a cierta persona que me gusta más cuando cierra el pico, porque puta que habla wevadas y que lo está llevando a esa personita al precipicio para empujarlo. O gritar que ya no quiero trabajar más en ese lugar, que me apesta la compañía y no es que no sea una pega buena, es que simplemente no soy yo. Y que simplemente, si no fuera por esa falda, por ese pelo tomado,  ese delantal de mangas cortas, esa concentración y esa mirada atenta un día de estos colapsaría, porque no tendría esa imagen para respirar (suspirar) entre tanta contaminación.

Judas…. Puta, ahí está Judas, y ahí está el blog de un budoka y ahí está el puerto blog… esperándome, pacientes, mientras yo trato de lidiar con mi cabeza y descubrir pa’ donde mierda voy.

viernes, mayo 26, 2006

Ver sin mirar

Te estoy viendo sin mirar ni la distancia que nos separa ni tu silueta voraz.

Te estoy observando a una distancia prudente, alineando mis ojos para que no se conviertan en agentes traicioneros, que no me dejen expuestos a este miedo. Tengo mi atención puesta en ti afirmando mi estómago para que no estalle con todas las palabras que se me ocurren, atestándose en mi boca, dejándome en silencio cada vez logras pasar.

He encadenado mi vista en un punto lejano que no tiene ni tu pelo, ni tus ojos, ni esa risa articulada, ni los colores de tus vestimentas, que parecen ser los mismos que se crearon en las cavernas, pero en realidad no. Esos colores son otros, esos colores nacieron para que tu los usaras y le dieras una nueva vida. He encadenado mis ojos hacia la pared blanca para que no me descubras, no descubras ni huelas mi miedo, ni mis ganas.

Aquí, cerca de ti, sin ti, me convierto en jaula para todas las alas que inquietas reclaman desde mis entrañas.

Y no te veo en una forma de escabullirme, para simplemente esconderme, que estoy demasiado herido, que estoy demasiado muerto, que tu mirada simplemente cruza esta mirada que te está viendo sin mirarte.

Tu tampoco me miras, cada vez que es posible no miras. Será que también te han crecido alas en tu estómago… y te escondes al igual que yo y rehuyes al igual que este miedo me hace hacer…

O sólo, me he escondido tan bien que ya me perdiste de vista y me miras ahora, pero sin ver… ¿Ah?

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