jueves, marzo 08, 2007

Foto Carnet (004 y final)

I - II - III - IV
IV – Cuatro – IV

Una vez sentado en el auto no pude encenderlo. No porque algo fallara o me haya quedado en pana. Simplemente me quedé ahí, mirando el sol de mediodía, como gente llegaba y salía del hospital. Gente con hermosos autos yendo a ver a la gente haciéndose mamo o rinoplastia y otros bajándose de la que era la línea N a ver a sus heridos a bala o con arma blanca.

Pero ajeno a eso, yo seguía sentado en mi auto, en mi viejo auto, en el auto de mi viejo en realidad, una de las pocas cosas que dejó al partir. Creo que se olvidó buscarlo y lo dejó en casa para no tener que volver.

No me importaba el calor que caía abrumante ya a esas horas. Me imaginé, por como estaba el sol, que ya eran las dos de la tarde, pero no podía quitarle la atención al vendaje que me había colocado el Seba, como la gasa se trataba de escapar de la elasticidad de las vendas. Y no dejaba de pensar lo que me había dicho, de la locura de obsesionarse con una foto.

Claro que le encuentro la razón, por supuesto que encuentro que esto es una locura, que me obsesione con la vida de una mujer que ni siquiera existe. Que es lo único que me ha hecho salir de la casa luego de mucho tiempo de usarla como fuerte y refugio.

La verdad es que hace mucho que no veía al Seba, hace mucho que no veía el sol de la tarde, dejarse caer en esta ciudad que había olvidado como olía y vestía.

Mientras sigo sosteniendo la foto con mi mano vendada, no dejo de sentirme bien de haber hecho una locura. En estos momentos me doy cuenta que fue una locura sana. Más insano era quedarme en casa, no salir, dejar de ir a Viña a ver a mis amigos, dejar de buscar trabajo, dejar de hablar con mamá. Debe extrañarme, debe extrañar hablar conmigo al almuerzo mientras le exijo que apague ese programa de farándula que hace que me crezca la úlcera que siempre digo tener, pero que ambos sabemos que es sentido figurado.

Esta Daniela, la foto carnet de Daniela me volvió loco por un momento, pero gracias a eso me salvó de otra locura, de otra más malvada que va de la mano con la soledad. Mientras más lo pienso, esto suena más a locura añadiendo el pasado mes, pero este evento podría convertirse fácilmente en una anécdota que haga brotar risas en mis amigos y por qué no, en mis nietos.

Dejo de pasarme rollos y enciendo el auto para largarme, para ir donde mi vieja y contarle algo de esta historia, que por supuesto termina acá. Esto de ir a buscar a la misteriosa mujer de la foto, puede ser entretenido, pero sentado acá, sentado viendo como el mundo se mueve, con altos y bajos me doy cuenta que no es la mejor idea, que nada bueno puede resultar de la locura y de una alta expectativa.

Mejor me voy, ya me estoy poniendo muy metafísico.

Mientras bajo por Santos Ossa, pongo la fotografía en el para sol de mi auto para verla de reojo, para coquetear con la búsqueda incansable de la mujer frente a ese fondo azul.

Comienzo a pensar que a lo mejor Daniela en vez de ser el sueño idílico que había construido, sería la típica hermana pesada y molestosa, media tonta que se cree que lo sabe todo, preocupada en demasía de su aspecto y mientras pensaba en eso comencé a tener algo de piedad al hermano inexistente que alguna vez dije que sería pesado.

Capaz que ni siquiera esté estudiando. A lo mejor es una muchacha bastante simple y aburrida que no despertaría en mí ni siquiera la décima parte de lo que mi fantasía logró despertar. Por algo le deben llamar fantasía a las fantasías, porque siempre son mejores que la realidad. Y por eso mismo, prefiero quedarme con el sueño que decepcionarme con la realidad.

Llegando a Colón noto que le semáforo pronto cambiará a amarillo, si que apuro la marcha. No es que esté apurado, pero me encuentro en un estado suspendido en la fantasía anti-fantasía de Daniela y su foto de carnet. Cruzo la calle a una buena velocidad.

A pesar de mis buenos reflejos, no logré evitar la colisión.

Ella bajó de la calle antes del cambio de luz y yo al haber subido la velocidad para alcanzar la luz amarilla terminé alcanzándola con mi auto.

Me bajo para ver si la chica que acabo de golpear con el auto y que se encuentra tirada en el suelo frente al vehículo detenido y siendo revisada por su amiga que la acompañaba está bien, pero mucha gente se me abalanzó de inmediato. Sólo les faltan los rastrillos y las antorchas ya que de todas formas me estaban gritando: “Asesino”.

Entre medio de la gente, veo que la chica no se mueve y que su amiga sólo hace gestos entre sollozos. Yo sólo trato de mantener la calma y no perderme en el momento.

Esto era lo único que me faltaba, arroyar a una muchacha, descuidada de por si. A quién se le ocurre cruzar la calle antes de tiempo.

De pronto llegan las sirenas y las balizas y de un momento a otro, el hecho de convertirme en un homicida, la cara que va a poner mi madre cuando la llame de la comisería, lo que pensarán el Seba y mi gente de Viña, la gente apuntándome con el dedo y gritándome “carnicero” comenzaba a perder importancia al escuchar que la amiga que trataba de despertar a la muchacha inconsciente en la calle gritaba una y otra vez:

¡Daniela!, ¡Por favor despierta, por favor despierta Daniela!

FIN

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