lunes, diciembre 12, 2005

Lamento lejano.

Me temo que lo mejor de mí, lo mejor que había en mi, se fue con tus lágrimas en esa mañana nublada, en esa tarde fría.

Poco a poco, la muerte que me traje, me está consumiendo. Estoy en la transición de cuerpo a espíritu en pena, y lo mejor de mi se a quedado entre pañuelos usados y papel higiénico; En tus pálidas manos y la sangrante herida que me autoinfringido para concretar esa muerte que sin quererlo encontré.

No hay buenas palabras en mi epitafio. No hubo flores en mi tumba. No hubo cantos ni flameante pira para este traidor.

Tengo todo lo que nunca quise, pero que siempre creí merecer.

Eso es todo.

A lo lejos creo escuchar una madre llorar y mis pasos sordos me recuerdan que ya no camino por esta ciudad. Ahora deambulo, vago sin que nadie me toque o nadie me vea: no hay sonrisas para mi cara, no hay saludo efusivo y claro, sólo hay calles llenas y este es un espíritu vacío.

Eso es todo.

Lo mejor de mi te lo entregué sin darme cuenta. Lo mejor de mi se evaporó un día frío de invierno, un día de dolor, un día donde morí para ser un Wanderer más en el camino.

martes, diciembre 06, 2005

Colisiones

Uno pensaría que ya han aprendido a esquivar ese muro, o al menos detenerse al ver que se les viene encima. O quizás no correr tan rápido y aprender a detenerse, a pensar si corren a toda velocidad contra ese muro este, por mucho que pongan fe en ello, no se moverá de su lugar. Pero no, es otro día, el sol sale de nuevo por los cerros para alumbrar hacia los otros cerros y ellos ya están ejercitando sus piernas y manos para embestir ese muro. Aún no descifro si quieren derribarlo por derribarlo o sólo quieren y desean con demasiadas ansias cruzar al otro lado. Si quisieran derribarlo, no sé que quieren probar con ello. Verán, este muro no es tan ancho ni tampoco tan alto. Si quisieran cruzar hacia al otro lado podrían darle la vuelta y podrían tomar la sombra junto a mi a este lado del bendito muro, que ni siquiera se da por enterado de mi desconcierto y sus costalazos.

También pienso, quizás creen que el muro es un gran ofensa para su raza, si que le han declarado la guerra y se han entrenado para derribarlo, sin embargo, en mis observaciones que se han extendido por años en atento escrutinio de estos personajes que van y que colisionan con el muro, he visto que no se percatan del muro hasta unos pocos segundos y centímetros del tiempo/espacio del punto de contacto. Ahí me dije que deben ser ciegos o simplemente es algo genético.

Para enseñarles con el ejemplo, crucé a “su lado” del muro, cosa bastante extraña, porque esto sucede a lo alto de un cerro, donde el terreno es llano en la cima y el cerro, más que cerro es una colina y sólo hay un pequeño muro, ni muy ancho ni muy alto al centro de la punta de la colina... si que, al parecer no estamos confinados a este lugar. Yo salgo, trabajo y hago mis cosas, pero no puedo dejar de venir a verlos a ver como están, como siguen sus machucones y sus heridas. No puedo dejar de observarlos como se levantan, después del golpe, algo contusos y perdidos alejándose del muro, recoger algunas flores, a llorar a escondidas (algunos algo frustrados) y volver a emprender la carrera contra la mole de ladrillo y cemento. Pero como les iba diciendo, me crucé a su lado del muro, para enseñarles con el ejemplo, como ya dije. Estuve con ellos, aprendí que ni eran ni ciegos, ni sordos ni mudo. Que tenemos mucho en común, que tan de otro planeta no son, pero simplemente no pueden dejar de dejarse caer contra ese obstáculo.

Hice pequeños experimentos con ellos y logré descubrir que son capaces de aprender, les enseñé un par de juegos, algunas cosas de Internet y como manejar el equipo de sonido, algo de cultura general. Incluso los invité a mi lado detrás del muro (que ya es mío, y su lado ya es de ellos) y me prometieron llevar un queque, cigarros y fotos (que yo les enseñé a sacar en la cámara digital que no sabían ocupar).

No hace falta decir que aún no me visitan.

Se tuvieron que comer los queques que hicieron para que no se estropearan y llenaron la memoria de la cámara con fotos que aún tengo la oportunidad de mirar...

A veces me gritan para que cruce y lo que me sorprende es que cuando cruzo, ellos no se admiran de que yo lo logre cuando ellos han fracasado en cada intento...

Mientras el sol se esconde tras de su sábana marina, estos personajes se van a dormir. Curan sus heridas olvidandolas, para mañana volver a levantar el festival de colisiones.

domingo, diciembre 04, 2005

Olvidándome

A veces me descubro mirando al mundo como siempre lo he visto, salvo que estas veces me olvido que soy yo quien mira al mundo, y el mundo se aparece desnudo y es sólo él y nada más. De preferencia estos sucesos transcurren detrás de un cristal. Es esa fugaz entrega de realidad la que hace que se levante el mundo y su kine, mecánico y caótico.

Es tanto movimiento que puedo percibir y yo estoy tan quieto que me vuelvo silencio entre tanto ruido, o como en una foto, me vuelvo parte del fondo, medio de espaldas, medio escondido, medio inexistente.

A veces me descubro que no estoy en el mundo mirando al mundo. Que este mundo no es mío, que a veces lo enciendo para entretenerme de alguna manera y de nuevo me olvido que estoy sentado, que el sueño empuja mi cabeza contra la ventana. Y entonces la veo no venir, la veo no acercarse, sé que no vendrá.

Me es difícil ser más explícito. Es que en ese momento estoy tan olvidado que no recuerdo lo que siento. Es como que yo sólo fuera ojos y nada más, es como si sólo pudiera mirar, es como si hubiese muerto y ando vagabundeando entre las calles y que nadie contestara mis sonrisas, no me correspondieran mis miradas, que nadie me reconociera entre tanta gente y tanta espera. Es que creo que sería más fácil si pudiera sonreírle a la gente de frente, de mirarlas con una cara que invitará al contacto que nunca está y que de tanto mirarnos y convidarnos sonrisas nos reconociéramos entre tanta gente y tanta espera.

Pero la cuestión es que a veces se me olvida que me olvido y sólo me queda el mundo proyectado en la fría ventanilla de la N o de la 15 o de la 124 si es de ida o la 125 si es de regreso. Me olvido que tengo manos y una voz para intervenir lo que me rodea, el mundo entero.

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