:: Después de algunos días sin tener nada que decir, vengo a Uds., mis imaginarios lectores y a los que me son tan reales con las ganas de compartir, lamentablemente, una anécdota que para mí no es muy agradable.
:: Si bien la canción define a los chilenos como buenos y atentos con las personas extranjeras Y verás como quieren en Chile al amigo cuando es forastero... nos estamos poniendo cada vez más uraños e insensibles. Perdón, me corrijo. No nos estamos volviendo uraños. Creo que ya lo somos desde hace un buen tiempo. Y no pescarnos entre uraños es una cosa, pero quitarle el aliento a alguien que aún cree en la humanidad, que vive en optimismo y regala detalles de energía positiva creo patearlos en el suelo, ni los peores lo merecen.
] la anécdota [
:: Después de una actividad extraprogramática del Duoc, me embarqué en la "15", línea de la Central Placeres que se ha ganado el apelativo de Diligencia. Como de costumbre, mi ubicación fue en la ventana, ya que la micro estaba vacía. Mis razones para elegir ese asiento son simples: ver por la ventana y poner un gran obstáculo entre una persona la cual merece que se le ceda el asiento y recién se está subiendo a la micro y mi comodidad después de unas dos horas de ejercicio físico. Si, es mecanizado y calculador, pero al ver a las lindas madres de hoy en día, subirse a una micro con su hijo de la mano, y la micro está repleta, atestada de gente, y esa madre divisa un asiento libre, se abre camino entre las personas del pasillo para alcanzarlo y SIENTA AL CABROCHICO! y no se sienta ella! y ella, con voz dulce y maternal le dice: "Quédate sentado ahí weón, no dejí que te quiten el asiento" se me quitan todas las ganas de ceder el asiento a personas que forman las mentes del mañana con esa ruín mentalidad.
:: Así fue como una estudiante universitaria pagó con dificultad su pasaje por todo el material que traía en las manos y se sentó, dos asientos más adelante a la ventana y sumergió su atención en unas fotocopias imposibles de leer. (Lo noté porque ella era la segunda pasajera en el bus).
:: Así, la "15" siguió su recorrido llegando a atiborrar el pasillo a la altura de calle Uruguay. Entonces se subió una señora que ya estaba bastante avanzada de edad. Un teñido platinado escondía no muy discretamente sus canas, de andar muy dificultoso, un potencial costalazo describían sus débiles piernas. Bien vestida sí, perteneciente a una clase antigua, como de derecha (sin ánimos de discriminar), elegante, fina, con buen vocabulario (imagino), lentes ahumados, pañuelo delicado al cuello. Etc.
:: Ahora la universitaria tenía al lado una señora también de edad en el lado del pasillo, y ella (la universitaria), con cierta cara de inocencia que en estos tiempos malvados se perfila en los ojos inocuos de otros como un rostro "azopao", sorteó el obstáculo entre ella y la señora de edad que recién se iba subiendo. Le costó mucho a la jovencita abandonar su puesto gracias a su mochila de un volumen conciderable y fotocopias en mano, invitó a la veterana a que ocupase el asiento que ella había reservado para ella.
:: La señora no quiso aceptar tal ofrecimiento [...]
:: La cara de la jovencita era semejante a la estudiante de parvularia en su primer día de trabajo en un jardín infantil de la Junji, creyendo ingenuamente que tendrá niños a su cargo y en vez de esos les sueltan a los diablillos del 7° infierno.
:: Ninguna copa rota podría ser comparada con la expresión de desalineto de la universitaria. Se quedó impávida. Insistió. La vieja confirmó la negativa.
:: Un momento intercambiaron palabras que no logré escuchar. La veterana talvez le habló de la receta con la que se mantenía joven o le daba consejos a la jovencita de cuando dar el asiento a personas que realmente lo necesitaran. La joven escuchaba amablemente, pero con la mirada destrozada...
:: La vieja weona le tomó una eternidad en bajarse del bus. Cada paso era una estaca clavada en la nieve al alcanzar la cima del Everest (exhausta, acabada). Cuando se bajó nadie la extrañó.
:: La universitaria se sentó para arreglar sus fotocopias que no tenían arreglo. Se levantó los anteojos ajustándolos más a su mirada. Cuando bajó del bus había perdido un poco la fe en el mundo y un poco de esperanza.
El título es una de las reglas de dojo de la rama de Karate Genbukai que en síntesis quiere decir Se siempre cortés.