viernes, abril 21, 2006

Anoche soñé con un león

Paseaba por un campo, como un lugar donde van las familias a vacacionar, con piscinas, salones, etc. todo en un espacio abierto.

Antes había soñado con que tocaba en una banda o estaba en una fiesta. No lo recuerdo y no sé si sea relevante.

Este león tenía una melena y piel pálidas, no blanca si no que un gris pálido (como el color de los cadáveres que muestran en la televisión), todo su cuerpo era de ese color y su melena frondosa como un valle cubierto de hierba jugando al viento.

Cómo buen león era muy engreído y molestaba a un perro que paseaba por ahí tratando de evitarlo. Era algo pequeño el perro, de esos que se sientan contigo a ver la televisión contigo, que se levantan y te siguen cuando tú te levantas y caminas, de esos que no saltan, que sólo mueven la cola para hacerte saber que están felices.

El León saltaba alrededor del perro y este lo ignoraba mientras el engreído león le contaba como podría comérselo muy fácil de sólo un mordisco. Esto se lo decía con un tono grave y rabioso, con ira y muy fuerte.

Yo estaba parado viendo este espectáculo cuando sin más, pierdo el interés y me voy donde se suponían estaban todos, en la gran casona, en el salón principal.

Para ver la casa donde me dirigía tenía que rodear otra casa más pequeña que estaba junto a mí, al león y al perro. Cada vez que daba un paso, tras la casita se divisaba más lejos la gran casona.

Al tener la vista completa de la casona, me di cuenta que mucha gente me hacía señas de que fuera hacia ellos, pero con mucha prisa, con algo de miedo también. Me di cuenta que habían entre las personas que me esperaban, algunos uniformados: carabineros con sus armas desenfundadas, apuntando en mi dirección. Ellos también me hacían señas que yo fuera hacia ellos.

No sé porqué, pero ahí lo entendí todo y me lancé al suelo… los carabineros descargaron unos tiros por sobre mi. En un claro entre disparo y disparo me levanté y comencé mi carrera hacia la casona, pero extrañamente no sentí el piso bajo mío y la distancia que me separaba de la casona se hacía cada vez más grande. Mientras yo zigzagueaba para darles la oportunidad a los carabineros de disparar y de librarme de la persecución, seguía corriendo sin mirar atrás, sin poder mirar atrás, sin poderme atrever a mirar atrás…

Los disparos seguían y al llegar a la casona, un poste tuvo que detenerme, ya que por mis propios medios no lo iba a lograr.

Desperté con un gran dolor de piernas y con las sábanas todas desechas… agitado como si hubiese corrido toda la noche, tratando de escapar de un león pálido el cual nunca supe si había engullido a ese pobre perrito.

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