martes, noviembre 01, 2005

"No vengas nunca más al hospital"

Desde pequeño que tuve una adversión sin causa aparente a los hospitales. No recuerdo si era el olor, el mundo desconocido o lo poco que conocía sobre lo que se hace en los hospitales y las historias de la comida, el trato y el saber que mi abuela había trabajado en uno toda una vida, experiencia que forjó en ella un carácter frío y lejano que aún no logro flanquear.

Y mírenme ahora: Los extravíos de esta vida me llevaron a trabajar, hoy en día, luego de todo trauma infantil, en un hospital. Si bien no trabajo en el mismo hospital per se, hago las rondas en la mañana, haciendo el censo diario, anotar que enfermo a llegado, a que sector, en que cama se acostó; que enfermó se fue de alta, si se fue vivo o en una bolsa plástica... para mi, cada cliente (como le enseñan a las enfermeras a decirles a los pacientes) es un número de 6 cifras y si está muerto, es un número más una cruz al final o un número dos en el formulario del computador.

Eso es lo más raro. Ver que en el papel esa persona murió y que ahora, como al morir se desocupa esa cama, hay otra persona ocupando la misma cama donde murió alguien hace unas pocas horas atrás.

En un día que daba mis rodas de “entrenamiento” y me encontré con uno de esos abuelos que tienen cara de haber vivido cuanta cosa se te ocurra, lleno de arrugas que denotaban sabiduría, de esos abuelos con los cuales te dan ganas de preguntarles “cual es la historia de tu vida” y lamentarte de no tener tiempo (ni semanas) para enterarte de todo. Me respondió firme y muy despierto cuando llamé por su nombre... no sé porque se me quedó en la mente el abuelo... ayer, al pasar en mi primer censo oficial, me encuentro que en la cama del abuelo hay un joven nuevo. Busqué en las papeletas de alta y salía que había muerto el sábado en la noche...

Historias como esas creo que se repetirán más veces de las que quisiera. O simplemente otras como cuando llego a la sección de hombres del hospital y en la puerta de la primera sala me encuentro con dos gendarmes matando el tiempo jugando ajedrez, cuidando la puerta. Al entrar me encuentro con un paciente esposado a la cama, con una cara de maldad de que te la encargo. “Si no me duele señorita” y el mejor acento Cuma se les sale de la boca... ¡ja! No te cuento lo rápido que hice esa ronda...

Y así... mañana sigo trabajando y lo encuentro entretenido. Igual como diseñador debemos estar entre muchas estadísticas para fundamentar nuestras decisiones de diseño, ahora trabajo en el departamento de estadística de un hospital, lugar protagonistas de pesadillas adolescentes... hoy mi lugar de trabajo.

2 comentarios:

Kandis dijo...

si comparto absolutamente todo desde haber tenido una abuela que trabajó en un hospital y su carácter también se forjó indestructible pero si más de alguna vez pude doblarle la mano a esa aparente frialdad..y claro también estoy de acuerdo en que aunque no queramos todos somos cifras o estadísticas aunque yo me niego ilusamente a creerlo o por lo menos a aceptarlo ... saludos.. cuantos casos más habrán a medida k pase el tiempo ??? seguramente demasiados... como para llenar un blog de historias hospitalisticas ... saludos

Mauricio León dijo...

El tema de la muerte me atrae. No porque sea un loco raro o con una onda dark, sino porque todo relativismo queda anulado ante la confrontación de un hecho que es ineherente al ser humano. No importa lo que pase por nuestra cabeza ni los miles de mundos en que podamos desenvolvernos, irremediablemnte nos une la muerte.
Por eso me atrajo tu artículo y como tratas el tema. Seguro que tu trabajo en el hospital será una experiencia que te hará meditar sobre lo que viene después que nos pongan el terno de madera.
Soy Mauricio León, hermamo de Omar; hace un tiempo escribiste en mi blog y aqui estamos, devolviendo la mano, para no dejar mal a "La Leyenda"....

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