lunes, noviembre 28, 2005

Cardiopatía I

atardecer_05

A pesar que tengo muchos canales para gritar, a veces no es suficiente. A veces el canal para desahogarse no es el problema, tal vez es la calidad del desahogo es el que falla.

Puedo hablar mucho y aún decir nada, arte que inmortalizó a cantinflas con su eterno rodeo que resultaba simpático, pero en mi caso el rodeo se ha convertido en una forma de vida.

Y no es un problema de temor a la intimidad (o tal vez si) o que no tengo una paila dispuesta a escuchar, es que por naturaleza la gente a llegado a mí a contarme sus cosas y siempre me he sentido orgullosos de tener un consejo adecuado cuando me lo piden, pero siempre sólo cuando me lo piden. (Odio el consejo barato, ese el cual ni siquiera te lo han pedido y que después de un efímero estudio ellos ya han resuelto el problema, sin saber ni la mitad de este).

El asunto es que siempre he sabido lo que debo hacer con mis problemas, pero nunca he seguido el camino correcto o el que yo he pensado que es el correcto, pero nunca lo he seguido (onda Coronel Frank Slade de “Perfume de mujer”).

Hubo un tiempo en donde mi intuición era todo. Sólo necesitaba escuchar a la boca de mi estómago para saber que hacer. Me equivoqué un montón… ¿esa es la vida no?, pero todo lo hice con gusto y no me arrepiento. Pero ahora el Complejo de Hamlet que padezco me hace dudarlo todo. Por eso hoy ya evito contar con mis pocos amigos las tribulaciones que me dan vuelta en la cabeza, porque sé que los consejos que recibiré serán los adecuados, pero nunca los seguiré. Y en verdad eso molesta. Cuando uno está en el otro lado y se preocupa por esa persona aproblemada, verla fallar y fallar una y otra vez, a ver dicho “si entiendo” cuando le explicaste lo que opinabas tu y verle hacer todo lo contrario, es frustrante y eso debilita la fuerza de la relación, sea cual sea la naturaleza de esta.

Por eso estoy en una etapa de invernación emocional: estoy callado, en silencio. Este hombre que siempre le fue fácil desnudar su alma hoy a abriga con mucha ropa de invierno a su alma, con bufanda y gorro incluido, porque hace frío acá dentro, detrás de la sonrisa que siempre encontrarás en mi la cual esconde esa tribulación que en verdad no sé ni su nombre ni sus características. Sólo sé que es una cardiopatía aún no especificada.

Creo que cuando sepa la causa de esta cardiopatía, su nombre y sus causas, buscaré una paila amiga y un hombro dispuesto a recibir algunas manchas transparentes.

miércoles, noviembre 23, 2005

... y la lluvia caerá...

No importa que me haya llegado empapado a la pega, ni que tuviera que aguantar su fría caricia mientras esperaba en el paradero a la micro que nunca pasó; no importa que al irse me halla dejado con toda esta ropa que usé para abrigarme que ahora que y ano está, no me sirve para nada más que torturarme con calor.

Es que no importa lo que suceda, la lluvia y yo mantenemos este romance desde hace muchos años. Cada vez que ella avisa su presencia yo la espero con las mismas energías que nuestro primer encuentro lascivo y húmedo.

No importa si es en la sequedad del verano o entre el odio que le tengo al sol, pero tengo demasiadas memorias mojadas gracias a esta dama helada, que me ama, pero a quien dejo libre, para volverla amar.

domingo, noviembre 13, 2005

De vuelta al Hospital

En la oficina...

Y no fue tan así la cosa. Me llamaron el martes en la mañana a trabajar. La persona a quién iba a reemplazar en Diciembre se fue con licencia si que, a las ocho de la mañana me llamó mi nueva jefa diciéndome que me presentara en el hospital para empezar ahora, ya!; cosa que por un lado mi bolsillo celebrará en Diciembre, cuando me paguen, pero que mi corazón lamentó ya que, en vista del inminente tiempo libre que iba a tener en Noviembre, concertamos con Prozac ensayos con Judas martes y sábados, los cuales se tuvieron que correr... de forma lamentable, por supuesto.

Me pasaron tantas cosas en la semana en el hospital: desde femeninas pacientes aplaudiendo cuando entraba a la sala; un caballero impresionado por ver a un “Doctor tan joven” y hasta un técnico paramédico dándoselas de encachao’ con su servidor... pero estoy tan cansado, que no voy a entrar en detalles. Tanto codificar enfermedades me tiene un poco mareado, que es lo único malo de la pega, la rutina de la tarde. La mañana vuela mientras la tarde se detiene por mucho, mucho tiempo.

El pasado me ha andado persiguiendo estos días. Se deja ver y se esconde, me llama y no me responde... si me conocieran bien dirían: “¿Y qué novedad es esa?” y yo, no conociéndolos, les digo... qué que le voy a hacer...

Esta cardiopatía termina Acá.

martes, noviembre 08, 2005

Fuera del Hospital

El fantasma, el administrador de este sucucho, ya no deambulará por los pasillos helados del Hospital Eduardo Pereira. Luego de una semana, una mísera semana de trabajo me han obligado a tomar vacaciones. Por cuestiones administrativas no pude completar el mes de noviembre trabajando como parte de la oficina de estadística del dicho hospital. Temas administrativos y otras cosas varias.

Vuelvo en diciembre si, para juntar plata y volver al Duoc a estudiar una nueva carrera, que potencie y complemente mi sapiencia en el tema del diseño, tema tan maltratado por ignorantes o personas que simplemente no les importa un bledo.

Mientras tanto me han dado algunos pitutos webs, que haré encantado, para ayudar a lograr diseñar una web amigable para aquél que usa las páginas y no ser un mero esclavo de clientes que sólo buscan efectos, brillos dignos de un circo más que una empresa buscando el bienestar de sus clientes propios... pero bueno... eso es otra historia.

El ayer me sigue persiguiendo y mi cuerpo me sigue pasando la cuenta.

Esta cardiopatía quería hablarles de obstáculos que me pone en el camino mi propia mente, pero termino siendo una pequeña actualización para el lector (sea este imaginario o real) sobre lo que no sucedió en mi vida en estos últimos días.

Cambio y Fuera.

martes, noviembre 01, 2005

"No vengas nunca más al hospital"

Desde pequeño que tuve una adversión sin causa aparente a los hospitales. No recuerdo si era el olor, el mundo desconocido o lo poco que conocía sobre lo que se hace en los hospitales y las historias de la comida, el trato y el saber que mi abuela había trabajado en uno toda una vida, experiencia que forjó en ella un carácter frío y lejano que aún no logro flanquear.

Y mírenme ahora: Los extravíos de esta vida me llevaron a trabajar, hoy en día, luego de todo trauma infantil, en un hospital. Si bien no trabajo en el mismo hospital per se, hago las rondas en la mañana, haciendo el censo diario, anotar que enfermo a llegado, a que sector, en que cama se acostó; que enfermó se fue de alta, si se fue vivo o en una bolsa plástica... para mi, cada cliente (como le enseñan a las enfermeras a decirles a los pacientes) es un número de 6 cifras y si está muerto, es un número más una cruz al final o un número dos en el formulario del computador.

Eso es lo más raro. Ver que en el papel esa persona murió y que ahora, como al morir se desocupa esa cama, hay otra persona ocupando la misma cama donde murió alguien hace unas pocas horas atrás.

En un día que daba mis rodas de “entrenamiento” y me encontré con uno de esos abuelos que tienen cara de haber vivido cuanta cosa se te ocurra, lleno de arrugas que denotaban sabiduría, de esos abuelos con los cuales te dan ganas de preguntarles “cual es la historia de tu vida” y lamentarte de no tener tiempo (ni semanas) para enterarte de todo. Me respondió firme y muy despierto cuando llamé por su nombre... no sé porque se me quedó en la mente el abuelo... ayer, al pasar en mi primer censo oficial, me encuentro que en la cama del abuelo hay un joven nuevo. Busqué en las papeletas de alta y salía que había muerto el sábado en la noche...

Historias como esas creo que se repetirán más veces de las que quisiera. O simplemente otras como cuando llego a la sección de hombres del hospital y en la puerta de la primera sala me encuentro con dos gendarmes matando el tiempo jugando ajedrez, cuidando la puerta. Al entrar me encuentro con un paciente esposado a la cama, con una cara de maldad de que te la encargo. “Si no me duele señorita” y el mejor acento Cuma se les sale de la boca... ¡ja! No te cuento lo rápido que hice esa ronda...

Y así... mañana sigo trabajando y lo encuentro entretenido. Igual como diseñador debemos estar entre muchas estadísticas para fundamentar nuestras decisiones de diseño, ahora trabajo en el departamento de estadística de un hospital, lugar protagonistas de pesadillas adolescentes... hoy mi lugar de trabajo.

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