jueves, agosto 04, 2005

Puestos de pena.

Me recuerda al poema “Chaos” de Mauricio Redolés en el disco “Bello Barrio”, pero versión no tan lúdica. Es que no deja de nacer en mi un pequeño sabor cítrico de melancolía tirando pa’ pena, que en la micro, la gente decida quedarse de pie o sentarse en otro lado en lugar que compartir conmigo tan amena aventura que es viajar en la micro, modelo Aysen de la renombrada marca Metalpar, línea 124, Sta. Julia – Los Placeres. Es un abismo que se abre junto con el aire que acciona el mecanismo de las puertas, accionado por el dedo experto y profesional del conductor algo molesto con una cara que no refleja la maestría de sus orgánicas herramientas, vínculos altamente necesarios para el manejo de tal fiera el que se presenta cuando detenido el animal con patas de goma deja ingresar a un cliente que sabe lo que quiere y sabe en que llegar para obtenerlo. Es una mujer, mi ojo me cuenta de reojo, que es una mujer. Y se aparece la pregunta: ¿Se sentará conmigo o no se sentará conmigo? La examino bastante bien al tenerla al frente mientras ella deja caer en las manos amables del conductor con cara de molestia la tarifa. Esto es porque si se llegara a sentar a mi lado, no podría verla, ya que la corta distancia de los asientos (muy poco ergonómicos para estas situaciones) no dejan espiar con total anonimato. Pero ella al darse vuelta, prefiere sentarse con el hediondo compañero de viaje, sentado un asiento más adelante. Tal vez es muy floja, tal vez tengo cara de pato malo o simplemente le encantó el perfume de su compañero. Es que no es que quiera cortejar a tal doncella de las micros y los sapos, que a 6 por 8 de la 105, ni nada de eso. También la pena me visita si es una señora mal trecha, o un joven que podría ser mi hermano o un abuelo con sabiduría inconmensurable por compartir. Ellos deciden sentarse en cualquiera de los asientos poco ergonómico para espiar en total anonimato de la linea 124 Sta. Julia – Los placeres, Micro marca Metalpar, modelo Aysen. Me hace apollarme en el vidrio empañado y entonar una canción de Kashmir o de Saybia. Pero odio cuando simplemente no hay lugar y se sientan a mi lado porque es lo que hay. Pero seamos francos: ellos llevan más peso en sus mentes que pena en mi corazón por este caso.

2 comentarios:

Graciela dijo...

Oh, me dio mucha pena tu relato, a veces igual me pasa lo mismo mientras voy del departamento hacia la U (o viceversa) y me pregunto si la persona que en es minuto paga el pasaje se sentará al lado mío.
Historias de micro hay miles, yo podría contar muchas, desde "la micro de dos ruedas" hasta "La pelea de los flaites"... oh! me inspiré! tal vez alguna salga en mi blog.
Gracias por las buenas ideas amigo, nos seguimos leyendo. Un abrazo.

Prisca dijo...

Si yo me subiera a una micro, y el asiento de al lado tuyo estuviera desocupado, me sentaría al lado tuyo... pero me pondría los audífonos y leería un libro, para que no se me noten los nervios...

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