martes, agosto 02, 2005

Las energías que faltaban

Pagué hoy mi derecho a título y lo aludido en esta frase yace sin vida sobre la cómoda de mi pieza. No quiero hacercarme a él pero lo tengo en mi mente todo el día. Igual le doy gracias porque me pude encontrar con mis colegas Eric y Raquel. Pucha de hace tiempo que no los veía y los estrañaba más de lo que ellos alcanzaron a darse cuenta... ja! Todos nerviosos, todos full stress. Ese que sin hacer nada, al menos en mi caso (ya que las continuas mudanzas de la Raquel y el Eric convirtiendose en todo un Santiaguino), lleva a colapsos nerviosos y palpitaciones en los párpados, con predilección con el ojo derecho. (Lo que se conoció alguna vez el "TIC LOIS". Pero en estos días grises (siguen estando grises) hay claros de luz que te hacen el día... y que se terminan haciendo una semana completa. Al centro fui a pagar cuentas cuando vi pasar mi micro hacia mi casa (cabe mencionar que esa micro pasa una cada 30min). Decidí dejarla pasar y caminar. Andaba bajoneado y necesitaba una cara conocida, un rostro amigo a quién saludar de abrazo apretado, sonrisa de oreja a oreja, esas sonrisas que llegan a doler por los músculos atrofiados, ese abrazo sincero y esos ojos de impresión-encanto-alegría que solamente la imagen de uno puede provocar. Ojalá me encuentre con el Carlos Hernández, uno de mis hermanos con el cual he compartido tanto en periodos de tiempo tan escasos (la última vez que lo vi fue el año pasado, el 28 de Febrero... creo), y que me enorgullece conocer. Caminé arto igual. Un buen rato. Dije mejor espero la micro... no -recapacité- mejor camino. Y el perla, ahí, con el pelo corto, de bolso universitario, chaqueta negra y azul, que se demoró en reconocerme... sólo en algunos segundos, lanzó sus brazos al aire, como un jugador quién anota un gol después de estar todo el partido en un apretado empate, y me regaló lo que me faltaba: esa sonrisa que me llegó al alma. Yo levanté sólo un brazo (en el otro tenía una bolsa con pan que me habian encargado), pero más lo hice en son de victoria: había encontrado esa cara conocida, había encontrado a ese hermano, esa sonrisa. Reciví ese abrazo apretado y sólo atiné a corresponderlo. Para que les voy contar lo que hablamos, creo que igual eso nos pertenece a mi compadre y yo: Que la familia, que los blogs, que los cánceres, que la práctica, que el titulo, que la cesantía inminente, que la cesantía actual... Después de despedirnos, no seguí caminando. ¿Para qué? Encontrarme con el Carlos Hernández me daba energía para toda una semana. Vale Compadre!

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