Olvidándome
A veces me descubro mirando al mundo como siempre lo he visto, salvo que estas veces me olvido que soy yo quien mira al mundo, y el mundo se aparece desnudo y es sólo él y nada más. De preferencia estos sucesos transcurren detrás de un cristal. Es esa fugaz entrega de realidad la que hace que se levante el mundo y su kine, mecánico y caótico.
Es tanto movimiento que puedo percibir y yo estoy tan quieto que me vuelvo silencio entre tanto ruido, o como en una foto, me vuelvo parte del fondo, medio de espaldas, medio escondido, medio inexistente.
A veces me descubro que no estoy en el mundo mirando al mundo. Que este mundo no es mío, que a veces lo enciendo para entretenerme de alguna manera y de nuevo me olvido que estoy sentado, que el sueño empuja mi cabeza contra la ventana. Y entonces la veo no venir, la veo no acercarse, sé que no vendrá.
Me es difícil ser más explícito. Es que en ese momento estoy tan olvidado que no recuerdo lo que siento. Es como que yo sólo fuera ojos y nada más, es como si sólo pudiera mirar, es como si hubiese muerto y ando vagabundeando entre las calles y que nadie contestara mis sonrisas, no me correspondieran mis miradas, que nadie me reconociera entre tanta gente y tanta espera. Es que creo que sería más fácil si pudiera sonreírle a la gente de frente, de mirarlas con una cara que invitará al contacto que nunca está y que de tanto mirarnos y convidarnos sonrisas nos reconociéramos entre tanta gente y tanta espera.
Pero la cuestión es que a veces se me olvida que me olvido y sólo me queda el mundo proyectado en la fría ventanilla de la N o de la 15 o de la 124 si es de ida o la 125 si es de regreso. Me olvido que tengo manos y una voz para intervenir lo que me rodea, el mundo entero.
1 comentario:
a veces, solo hay que mirar al mundo desde afuera...
Saludos
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