Este fin de semana estuvo marcado por las celebraciones.
Primero: Terminé mi carrera, con una defensa de mi proyecto de título exitosa por lo cual los profesores se refirieron a mi como colega, pasada mi condición de alumno del diseño.
Luego, mi hermano Carlos Hernández estuvo de Cumpleaños, si que el asado no se hizo esperar y la buena conversación, sus buenas risas con sus compañeros y amigos, las interesantes anécdotas de sus internados como Kinesiólogos, el saber y el no saber, los recuerdos y el cariño de tener un hermano tan la raja me hicieron dormir bien a pesar que esa noche sólo dormí un par de horas.
Y para colmo (en el mejor sentido de la palabra) El Omar, viejo camarada del liceo se aparece el domingo 2 de Octubre en mi puerta, luego de golpear una que otra puerta de mis vecinos preguntando por mí. Sólo para tener mis datos, para juntarnos el sábado 8 donde se juntarían gente emblemática en mi vida y para el criterio del Omar, yo debía estar allí, no podía faltar.
Una vez allí, me encontré con unas caras que siempre me alegra ver. Pocas veces tengo pocas palabras para describir lo que siento, pero esa noche fue tanta buena onda que me saturé de emociones. Estaban amigos, de esos verdaderos, de esos que no importa que suceda: te profesan la misma lealtad con la que sólo sueñas y anhelas de una persona. Gente recordando cosas que para mi no tuvieron un real peso hasta que se las escuché relatarlas por la misma boca de ellos. Cada uno representaba un momento (o varios) cruciales en mi vida, gente que habla mi idioma, gente que entiende sólo con gestos, gente complicada de forma sencilla. Y allí estaban las personas que me hicieron un héroe un día, que me enseñaron a ver más allá de mis narices, que me desafiaron, que no me juzgaron cuando otra gente lo hacía, que lloraron mis penas y rieron con mis alegrías. Gente a la cual le hablas y escuchan cada palabra, gente que no te vende pomadas porque ya le sabes todas las mañas. Personas cuyos nombres repercuten en mis en los actos que construyen hoy mi vida, protagonizándola desde lo más lejos del tiempo; niños casi hombres o hombre con almas de niños, que conservan las mismas caras de un sábado en la mañana corriendo a jugar ese partido, ojos que soñaban con la niña mujer que nunca sería alcanzada. Hermanos al final del carrete, maestros de improvisada sabiduría. Gente que no morirá nunca mientras uno viva.
Gracias por eso Omar, Jaime, Jorge, Pape, Pablo, Carlos. (lista sin un orden en particular).